Parece ciencia ficción, pero es una tecnología que hoy está disponible, que está viviendo un boom de uso, y que está cambiando el mundo, pieza por pieza: es un equipo que ocupa parte de una mesa y un rollo de hilo plástico. E imprime objetos, tridimensionales, palpables y utilizables: la carcasa de un teléfono celular o las piezas del complejo engranaje de un juguete pueden ser creadas sin dificultad alguna en una oficina, sin necesidad de coordinar envíos costosos de modelos y maquetas a estudios de diseño en Europa.
Con la ayuda de una computadora, un software de diseño y una máquina creada usando patentes de uso libre, una empresa argentina se anima a fabricar las famosas impresoras 3D, que poco tienen de impresoras tradicionales: no dejan tinta sobre un papel, sino creaciones precisas de piezas cuyo único límite es la imaginación que tenga el dueño del equipo.
Dada su flexibilidad al momento de crear objetos, las impresoras 3D pueden estar presentes tanto en el ámbito profesional como en el hogareño. Sin embargo, quienes obtienen mayor provecho son los artistas y diseñadores industriales, que cuentan con la posibilidad de tener, de forma rápida y sencilla, una aproximación final de una obra o prototipo, sin tener que llevar los planos a un tercero para tener una versión palpable de su creación..
El tiempo de fabricación de una pieza puede ir de minutos a horas, según su tamaño. "Puede parecer un proceso lento si se lo mide en términos de inmediatez, pero supone un avance enorme en proyectos que demandaban la creación de un prototipo con procesos industriales lentos y engorrosos", agrega el responsable de Kikai Labs.
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